Sir Winston Leonard Spencer Churchill. Nació el 30 de noviembre de 1874 en el palacio de Blenheim, por aquel entonces propiedad de su abuelo, séptimo duque de Marlborough. Su padre era lord Randolph Churchill y su madre una joven norteamericana llamada Jennie Jerome. No hay duda de que en sus primeros años conoció la felicidad.
Se afilió al partido conservador en 1898, presentándose a las elecciones un año después. Al no obtener el acta de diputado, Churchill se trasladó a África del Sur como corresponsal en la guerra de los bóers.
Allí fue hecho prisionero y trasladado a Pretoria , pero consiguió escapar y regresó a Londres convertido en un héroe popular. No es de extrañar que consiguiese un escaño en las elecciones,y que recién cumplidos los veintiséis años, pudiera iniciar una fulgurante carrera política.
Tras ser designado subsecretario de Colonias y ministro de Comercio en un gobierno liberal, Churchill previó con extraordinaria exactitud los acontecimientos que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de la enorme popularidad alcanzada durante la guerra, dos meses después el voto de los ingleses lo depuso de su cargo.
Tras el triunfo de los conservadores en 1951 volvió a ser primer ministro, y dos años después fue galardonado con el "Premio Nobel de Literatura, por sus "Memorias sobre la Segunda Guerra Mundial"
Presentó la dimisión en abril de 1955, después de ser nombrado Caballero de Jarretera por la reina Isabel II y de rechazar un título nobiliario a fin de permanecer como diputado en la Cámara de los Comunes.
El pueblo había visto en Churchill la personificación de lo más noble de su historia y de las más hermosas cualidades de su raza, por eso no cesó de aclamarlo como su héroe hasta su muerte, acaecida en Londres el 24 de enero de 1965.
FRASES DE WINSTON CHURCHILL
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El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse.
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Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema
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El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuesta es el valor para continuar
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Si el presente trata de juzgar el pasado, perderá el futuro.
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El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próxima generaciones y no en las próximas elecciones.
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Una buena conversación debe agotar el tema, no a los interlocutores.
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Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad.
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El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que el predijo.
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