Un día pidió que le ayudara a sacar de un árbol muy alto, un panal, ella era muy aficionada a la miel y aceptó. Cruzaron el bosque y treparon a un árbol gigantesco. Cuando llegaron a la copa, se cubrieron la cabeza para evitar el aguijón de las abejas.
La niña se sentó en una horqueta y esperó las órdenes del hermano. El muchacho fingió abrirse paso entre el ramaje, pero bajó, y al bajar fue cortando uno a uno todos los gajos del tronco.
¡ Sabrás ahora lo que es tener hambre!- le gritó desde abajo. En su desesperación, la muchacha lo llamó por su nombre tantas veces como le alcanzó la voz:
¡Caco, uy! Caco, uy! ¡ Cacuy! ¡Cacuy!
Sobre aquel castigo cayó otro superior: la hermana cruel se transformó en ave y echó a volar en busca del hermano. Desde entonces, cuando llega la noche, con la cabeza tendida hacia la altura, los ojos cerrados y en rara actitud de espera, llama al hermano que nunca volverá:
Los lugareños de los cerros y las selvas del norte, que conocen la historia del ave solitaria, se estremecen al oírla.
El CACUY, pájaro nocturno que habita en el norte africano cuyo canto es muy parecido al llanto de un niño, y esta es su leyenda. En Santiago de Estero en una de sus plazas se encuentra la estatua del CACUY.
Esta leyenda nos la envía Lola.
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