el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
***
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
***
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
***
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
*****
Han sido muchos los intentos de atribución de este soneto a uno u otro autor, sin que la crítica se haya sentido suficientemente comprometida a corroborar una autoría, falta de argumentos probatorios suficientes. San Juan de la Cruz, Santa Teresa . el P. Torres, capuchino, y el P. Antonio Panes, franciscano, figuran entre otros, de probabilidad más dudosa.
El soneto, por su perfecta factura, figura como modélico en todas las antologías que se precien, desde que lo incluyó en la suya de las " Cien Mejores Poesías" de la lengua castellana don Marcelino Menéndez Pelayo.
En fechas en que la superficialidad cifrada en el temor al destino dudoso del hombre en el más allá, este poeta acierta a olvidar premios y castigos para suscitar un amor que, por verdadero no necesita del acicate del correctivo interesado.
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Desde que mi hijo pequeño era un niño que apenas sabia escribir, lo tengo guardado, me lo trajo un día del colegio, me pareció tan bello, que lo habré leído mil veces, hoy he querido compartirlo con todos mis amigos del blog. Espero que os guste tanto como a mi. Con todo mi cariño. Mercedes
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