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Deja que el amoroso pensamiento
dé a tu frente un temblor de agua invadida,
y deja que mi sombra, en la avenida,
acaricie tu seno soñoliento.
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La tarde eres tú y yo, sin otro aliento
ni otro paisaje que la mar dormida.
La vida es tu silencio, la vencida
caricia de tu flor sin movimiento.
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Duermen las aves su clamor. El cielo
boga su luz por tu mirada ausente.
Sueñan tus ojos a la sombra mía.
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Sueña el aire en su orilla, y siento el vuelo
cálido de mi sangre. Dulcemente
va naciendo el amor, muriendo el día.
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