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Mi primer beso en la boca fue a Marta, en una excursión del colegio por la judería de Sevilla, mientras nos rezagábamos del grupo.
Me supo a fresa, como el sabor del chupa-chups que acababa de ingerir. Su adicción a los caramelos, al contrario que yo, hizo que probara de sus labios todo una gama de sabores, siendo mis preferidos los besos de limón, los besos de naranja, mandarina, nata y especialmente los besos de cola.
Pero tras detectarle el dentista una caries, dejó los dulces y se pasó a los chicles sin azúcar con xilitol.
No se si fue por eso, pero desde entonces me dejó de gustar.
Este relato nos lo envía Carlos.
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